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domingo, 28 de febrero de 2010

Llega primavera


 
Llega la primavera. Todo renace. todo se inunda de luz, de vida. ¡Joie de vivre!.

No a todo el mundo le gusta el campo. El hombre nacido en el campo en una casa solariega, una granja, un cortijo, etc., educado bajo los árboles de un patio, de un jardín o de una quintería, encuentra natural poseer una casa en el campo y retirarse allí cuando se aproxima el verano.

Pero el urbanita, ciudadano que acaba de adquirir un “chalecito en el campo”, no se acostumbra nunca a la idea de que haya hierba alrededor de su casa, tierra, y por consiguiente polvo y bichos.
El verdadero campesino y el campesino "dominguero", se reconocen fácilmente,….. Uno, el verdadero, nos recibe en el campo como en la ciudad; tú no conoces de su domicilio más que el salón y el comedor….y el aseo si preguntas por él. Pero el otro, te hace visitar su propiedad, la muestra desde la bodega hasta la buhardilla a todo el mundo, al panadero que lleva el pan, al cartero, al amigo del vecino que pasa por su puerta, al perro del hortelano….. En cuanto a los amigos, por desgracia, cada fin de semana la visitan y vuelven a visitar......
Tiene en el jardín pequeño y cuadrado como un pañuelo de bolsillo, un sauce llorón con aspecto de estar pinchado en la tierra semejante a los árboles artificiales de los chinos, y ante este árbol, se queja un chorrito de agua que sale a trompicones de un contenedor con un ¡ay, ay! que rompe el alma, porque por allí, agua, lo que se dice agua, ni flores.

Pero son los domingos, sobre todo, cuando el dueño está en pleno apogeo. El chorro de agua funciona desde la mañana, espera a los amigos que aparecen en tres tandas diferentes, y a cada llegada se visita la casa entera.
Luego, se come, y la jornada va transcurriendo,.... transcurriendo…. Un calor que te mueres, moscas pegajosas,….Ningún paseo por los alrededores, ningún bosque, ni un árbol, ni un riachuelo, ¡la casa caliente como un radiador!. La rana y los peces rojos se agitan en el agua hirviendo del estanque. Y a cada minuto pasa un tren.Pero él resplandece, está en su casa. El domingo es su día….. Su mujer, toma la revancha durante la semana. Sola y abandonada totalmente en este domicilio solitario, ha encontrado rápido la natural distracción de toda mujer que se aburre. Entonces, ella también se predispone a adorar esta propiedad favorable.... . Una armonía perfecta.......

Me pregunto, por qué ese deseo de habitar esas cajas de sudoración a las que llaman coloquialmente “chalecito”. ¿Será uno de los efectos de esa incesante necesidad de poesía ?. Y es que, nos sentimos nerviosos, casi acosados por lo espiritual, por esa tendencia hacia lo etéreo, superior, buscando con afán esperanzas, ideales…; y como no, ¡el campo!, ente poético por excelencia y el mejor medio al alcance.

Pero el campo, para el "dominguero", es, las afueras de la ciudad. Allí se ensanchan, se divierten. Nada que ver con el verdadero campo, de prados silenciosos, tranquilos, inmóviles, donde solamente se oyen los trinos de un pájaro, los mugidos de una vaca y el rebuzno de un burro en la muda soledad….

Marzo, es la estación por excelencia en la que florecen margaritas y violetas, donde los ruiseñores se desgañitan con sus trinos, y los campesinos, los de verdad, salen al campo.