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sábado, 27 de mayo de 2017

Philippe Claudel


Si prescindiéramos de las imágenes y los sonidos, nuestros recuerdos serían una sucesión de olores percibidos desde la infancia.

 

A partir de los olores, Philippe Claudel, ha reunido una serie de momentos rescatados de su memoria por el poder evocativo de los aromas que los acompañaron. "Aromas" es el título del libro; aromas del hogar familiar, de la adolescencia, del internado, de los primeros amores. Olores que fascinan, que incomodan, que hacen soñar, y que van conformando la identidad de un ser humano.
 
 
 “Mi madre extrae de un aerosol naranja una gran perla blanca con la consistencia de espuma de afeitar que deposita en su mano. Me la aplasta
sobre la piel. Es suave. Me extiende la crema, que de
 pronto, milagrosamente disuelta por todo el cuerpo,
 se ha vuelto invisible. Leo la etiqueta del aerosol:
Ambre Solaire.
 
Una tibieza de intimidad, de brazos acariciantes.
Más tarde, cuando descubra a las bañistas de Ingres,
les atribuiré ese olor. Por fin estoy listo. Subo de un
salto a la bici. Salgo disparado. El viento me olfatea.
Tengo diez años. El presente es un regalo
estupendo.”
                                        "Aromas" (Philippe Claudel.)
 
 

 

jueves, 18 de mayo de 2017

Diario de un perro:

 
Semana 1:Hoy cumplí una semana de nacido, ¡Qué alegría haber llegado a este mundo!

Mes 01:
Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

Mes 02:
Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta y con sus ojos me dijo adiós, esperando que mi nueva "familia humana" me cuidara tan bien como ella lo había hecho.
Mes 04:
He crecido rápido; todo me llama la atención. Hay varios niños en la casa que para
mí son como "hermanitos". Somos muy inquietos, ellos me jalan la cola y yo les muerdo jugando.

Mes 05:
Hoy me regalaron. Mi ama se molestó porque me hice "pipí" dentro de la casa; pero nunca me habían dicho dónde debo hacerlo. Además duermo en la terraza... y ya no me aguantaba!

Mes 06:
Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho.
Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mí solito y me doy vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida.
Nunca me educan. Ha de estar bien todo lo que hago.

Mes 12:

Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. ¡Qué orgullosos se deben de sentir de mí!

Mes 13:
Qué mal me sentí hoy. "Mi hermanito" me quitó la pelota. Yo nunca agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron casi sin poderme mover al rayo del sol. Dicen que van a tenerme en observación y que soy ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.

Mes 15:
Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo, mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo techo que me cobije.

Mes 16:
Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó y me puse tan contento que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía reguilete. Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me
bajé feliz creyendo que haríamos nuestro "día de campo". No comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron. "¡Oigan, esperen!" Se... se olvidan de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta, que casi me desvanecía y ellos no se detenían: me habían olvidado.

Mes 17:
He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón
que me ve con tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo con mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero solo dicen "pobre perrito", se ha de haber perdido.

Mes 18:
El otro día pasé por una escuela y vi a muchos niños y jóvenes como mis "hermanitos". Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose, me lanzó una lluvia de piedras "a ver quien tenía mejor puntería". Una de esas piedras me lastimó el ojo y desde entonces ya no veo con él.

Mes 19:
Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo
y la gente más bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.

Mes 20:
Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle por donde pasan los coches, uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro llamado "cuneta", pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero solo
me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a ladera del camino.

Mes 21:
Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni me ve; otras dicen: "No te acerques". Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. "Pobre perrito, mira como te han dejado", decía... junto a ella venía un señor de bata blanca, empezó a tocarme y dijo: "Lo siento señora, pero este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir." A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude, moví el rabo y la miré agradeciéndole me ayudara a descansar. Solo sentí el piquete de la inyección y me dormí para siempre pensando en por qué tuve que nacer si nadie me quería.


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La solución no es echar un perro a la calle, sino educarlo. No conviertas en problema una grata compañía. Ellos te lo agradecerán.
 
 
 
 


jueves, 11 de mayo de 2017

El libro ...


Dice un Proverbio hindú: "Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.
 

 
 
 

Y Cicerón: “Si tienes una biblioteca con jardín, lo tienes todo”.
 
 

lunes, 1 de mayo de 2017

La música, acto reflejo universal

 
La reacción física ante una melodía es independiente de la cultura de quienes la oyen.

 
 

 Dos miembros de una tribu de pigmeos, en plena selva congoleña, en el corazón verde de África central, sentados frente a un ordenador. Los ojos cerrados, con concentración. Es la primera vez que escuchan a Wagner.
A más de 10.000 kilómetros de allí, en Montreal, un grupo de canadienses hace lo mismo. Solo que lo que ellos escuchan son los cánticos de la tribu para vencer el miedo en la caza, levantar el ánimo de un pesar u honrar a un muerto.
 
 Las respuestas biológicas de ambos grupos fueron

 muy similares entre dos culturas tan dispares. La

 brecha es ciertamente enorme, ya que no solo la

 tribu no había oído jamás música occidental, sino

 que su modo de vida no incluye la electricidad, ni

 ninguna de las ventanas al mundo como radio o

 televisión que vienen con ella.
 
Para los pigmeos, el significado de la música solo puede ser positivo. Donde sí mediaba un abismo era en la interpretación subjetiva y, por tanto, filtrada por lo cultural, de cada grupo.