El mar me da vida, me calma. Sola frente a él y en silencio calma el oleaje que los avatares de la vida produce en mi interior. ¡Que bien sienta!. Sus aguas de yodo y sal cicatrizan las heridas más profundas del alma, esas que, durante mucho tiempo y a lo largo de la vida se agarran y desgarran.
Acompañantes asiduos en los paseos por sus arenas doradas son los gorriones, siempre dos pasos delante mirando atrás para ver si te rezagas e invitando a seguir, esperando, quizá, esas migas que a ellos también reconfortan, cómplices de la placidez y felicidad del momento y que con la alegría de sus píos y revoloteos parecen describir la palabra “calma”.
El mar, curandero maravilloso que hechiza, cura, reconforta. Él te habla y si preguntas, responde.
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