“Me senté en la cama y me apoyé en la fina pared tapada con
el edredón hasta la barbilla. La luz atravesaba perezosamente la ventana y un
rayo difuso iluminaba la cómoda y la puerta abierta del armario.
En muchos
aspectos, la habitación seguía tal y como la había encontrado cuando entré por
primera vez un año atrás: contenía los mismos muebles, el mismo edredón blanco
y los mismos montones de prendas, muchas de las cuales todavía me iban
demasiado grandes. Pero también había señales de la niña en que me había
convertido: libros de la biblioteca amontonados en el escritorio; una
fotografía que me había tomado Carlos, en la que aparecíamos Elizabeth y yo en
invierno, con las mejillas sonrosadas y pegadas la una a la otra; y una
papelera llena de dibujos de flores para Elizabeth, ninguno de los cuales
consideraba suficientemente bueno para regalarle.
Era mi última mañana en
aquella habitación como niña acogida y miré en derredor como hacía siempre:
observando los objetos como si pertenecieran a otro. “Mañana-pensé-. Mañana
será diferente. Me despertaré, miraré alrededor y veré una habitación, una
vida, que será mía y que nunca me quitarán.”
El Lenguaje de las Flores – Vanessa Diffenbaugh-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario