Como tantos otros pintores, fue un pintor ignorado mientras vivió.
Definido como pintor de pintores y apreciado sólo por algunos impresionistas,
celebró su primera exposición individual en 1895 con 100 lienzos, dando a
conocer sus pinturas, obteniendo así el respeto de una nueva generación de pintores.
A pesar de esto, Cézanne prefirió trabajar en el aislamiento artístico, pintando en Provenza.
A pesar de esto, Cézanne prefirió trabajar en el aislamiento artístico, pintando en Provenza.
Pintó el mundo tal como se presentaba ante sus ojos, sin preocuparse del estilo, ordenaba estructuralmente todo lo que veía en formas simples y planos de color, llegando a afirmar: “Quiero hacer del impresionismo algo sólido y perdurable como el arte de los museos”, deseo de unir la observación de la naturaleza con la permanencia de la composición clásica.
Sus pinceladas características, sensibles y exploratorias, que con los
planos de color, se conjugan para formar campos complejos, expresando al mismo
tiempo las sensaciones del ojo que observa y una abstracción de la naturaleza
observada.
La intensidad de sus colores, unida al aparente rigor de la
estructura compositiva, indican que, a pesar de la frecuente desesperación del
propio artista, había sintetizado los elementos básicos de representación y
expresividad de la pintura de un modo muy personal.
Interesado en la simplificación de las formas, expresó: “Todo en la naturaleza se modela según la esfera, el
cono, el cilindro. Hay que aprender a pintar sobre la base de estas figuras
simples; después se podrá hacer todo lo que se quiera.”
Un año
después de su muerte, el Salón de Otoño de 1907 le dedicó una muestra de
la que fueron testigos Picasso, Kandinsky, Klee y Gris.
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