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viernes, 4 de diciembre de 2015

Einstein.


En la campiña italiana, cerca de Pisa, se lleva a cabo un experimento que, si concluye con éxito, los científicos podrán observar de forma directa, por primera vez, una de las grandes predicciones de Albert Einstein.
 
 

El experimento es conocido con el nombre de Virgo, tiene como misión descubrir uno de los  fenómenos astrofísicos, detectar por primera vez las ondas gravitacionales en la Tierra

Sería una clara demostración de que lo que (Einstein) dijo hace 100 años es absolutamente correcto.

Hace 100 años Albert Einstein propuso la existencia en la Tierra de las ondas gravitacionales.

Estas son la base de su teoría general de la relatividad, un pilar de la física moderna que ha transformado nuestra comprensión del espacio, el tiempo y la gravedad.

Gracias a ella hemos podido entender muchas cosas: desde la expansión del Universo hasta el movimiento de los planetas y la existencia de los agujeros negros.

Pero Einstein también propuso la presencia de ondas gravitacionales. Estas son, esencialmente, las ondulaciones de energía que distorsionan la estructura del tiempo y el espacio.

Algo así como las ondas que se generan cuando lanzas una piedra a un charco de agua.

Cualquier objeto con masa debería producirlas cuando está en movimiento. Incluso nosotros. Pero cuanto más grande es la masa y más dramático el movimiento, más grandes son las ondas.

Y Einstein predijo que el universo estaba repleto de ellas.

Si bien los astrónomos tienen evidencia indirecta de su existencia, nadie ha podido observar aún estas rarezas cósmicas.

La gravedad es de hecho la más débil de las fuerzas e incluso las fuentes astrofísicas más dramáticas sólo emiten ondas gravitacionales débiles.

Ahora, en Italia, los investigadores esperan hallarlas. Pero no será fácil.

La primera vez que se puso en marcha el experimento Virgo fue en 2007 y no logró ver nada.

Otro laboratorio en Estados Unidos, el Observatorio de interferometría láser de ondas gravitacionales (LIGO, por sus siglas en inglés) tampoco tuvo suerte.

Ambos instrumentos –llamados interferómetros– están siendo renovados y los equipos a cargo esperan que estas costosas actualizaciones permitan lograrlo.

Esperan ver las ondas emanadas por eventos cósmicos violentos, como la explosión de estrellas o el choque de agujeros negros.

El detector Virgo está formado por dos túneles idénticos de 3 km distribuidos en forma de L.

El proceso comienza con la generación de un rayo láser que luego se divide en dos: uno es impulsado a través de un túnel y la otra mitad por el otro.

Un espejo en cada túnel hace rebotar a los rayos láser muchas veces hasta que se vuelven a recombinar.

Puede parecer una estrategia elaborada, pero aprovecha una propiedad muy útil del láser: el hecho de que son rayos intensos de luz. Y, la luz, es una onda.

Si las ondas viajan exactamente a la misma distancia por los dos túneles, se cancelan y no

Sin embargo, si una onda ha viajado a través del túnel distorsionará sutilmente su entorno, cambiando la longitud de los túneles en una cantidad diminuta (sólo una fracción del ancho de un átomo).

Y la forma en que las ondas se mueven a través del espacio significa que un túnel se estirará y el otro se encogerá, lo cual hará que un rayo láser viaje una distancia levemente mayor, mientras que el otro hará un viaje más corto.

Como resultado, los rayos divididos se recombinarán de una manera diferente: las ondas de luz interferirán entre sí en vez de cancelarse y los científicos podrán detectar entonces una señal.

Pero una señal en Italia no es suficiente. Si allí se logra detectar una onda gravitacional, también la deberían encontrar el proyecto LIGO, en EE.UU., cuyo instrumento es similar al de Virgo y también otro experimento un poco más pequeño en Alemania.

LIGO ya está funcionando y Virgo entrará en acción a fines de este año.

Ambos equipos están tan confiados en que los experimentos serán un éxito que creen que el descubrimiento se hará exactamente el 1º de enero de 2017.

Si las ondas no se presentan quiere decir que hace falta rediseñar los experimentos. Y, en el peor de los casos, puede que los físicos se vean obligados a repensar en cómo funciona el Universo.

Pero una observación directa abrirá una nueva ventana al Cosmos, una que no hubiese sido posible sin Einstein.



 

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