“Por las mañanas, antes de marcharse a Ferrol con sus lecheras
sobre la cabeza, su madre le llevaba leche de sus vacas y se la dejaba hervida
varias veces. Y por la tarde, tras cerrar la quincallería, el tío Manuel le
llevaba unos huevos y una olla de berzas con unto que apartaba del caldero que
había preparado Rosalía para su casa.
Faltaban unos meses para que La Quincalla de Cobas se transformase
en El Buen Gusto. La clientela se había reducido a una tercera parte de la de
los tiempos de la mina, y lo poco que ganaban apenas llegaba para pagar los
pedidos. Así es que la familia se alimentaba prácticamente de lo que producía
su huerta, de las gallinas del corral y de la leche que continuaba acarreando
Rosalía.
Sabela había retomado
sus rutinas. Ya no hacía falta que ayudase a su tío en la trastienda, él se
bastaba para lo poco que había que hacer, así es que la joven volvió a sus
golfos, a su huerta y a sus animales.
Llevaba cuatro meses sin ver a su
hermana. Desde que supo que estaba de nuevo encinta no había aparecido por la
casa de las cocheras. No quería tentar a la suerte, y mucho menos que la suerte
la buscara a ella como en el anterior embarazo.
Por otro lado, Martín continuaba
entrando y saliendo sin horarios y provocando habladurías de faldas, sin
ingresos regulares con los que poder asegurar el pan de su mesa y sin hablar
jamás de la procedencia de la comida que Elisa y él se llevaban a la boca.
No se lo había dicho a Elisa, pero se
estaba carteando con sus hermanos desde hacía un par de meses …”
" Tierra sin hombres" -Inma Chacón-.