No somos más que criaturas que quieren ser felices y pensamos que los demás nos roban la felicidad. Nos atiborramos de cosas para protegernos, porque tenemos miedo. Murallas, puertas blindadas, corazones de clausura.
Hemos construido una
civilización colapsada de barreras y armas para protegernos de nosotros mismos.
El miedo nos ha hecho ambiciosos e insensibles a la pena y al sufrimiento. Desde
la Gran Muralla china al telón de acero pasando por los cerrojos de nuestras
puertas.
Por mucho que creamos saber, no sabemos
nada: en vez de crear fronteras, hay que abrirlas. Nada se resiste al amor, pero de tal confusión, pensamos que el amor es otra frontera, un concepto. Tenemos miedo. Miedo a nuestra confusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario