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lunes, 21 de abril de 2025

¿Qué iba a decir ...?

 




. ¿Qué iba a coger yo? ¿A qué venía a la

 habitación?...  


Estos olvidos son algo habitual en la vida

 cotidiana, de hecho, obedecen al 

 funcionamiento normal del cerebro.


El ojo humano realiza movimientos para

 registrar el entorno unas cinco o seis veces por

 segundo, y con ello recopila cantidades

 gigantescas de información de la que solo se

 conserva una parte y el resto se desecha. Si

 hubiera que guardar en la memoria

 absolutamente todo lo que vemos, escuchamos

 o leemos cada segundo, el cerebro estaría

 sobrecargado y eso deshabilitaría nuestro

 entendimiento. Vaciar la 'papelera de reciclaje'

 de vez en cuando (como la del ordenador), se

 convierte en un imperativo para la

 supervivencia.


Todas las noches hay un proceso en el cerebro

 por el que se van desechando recuerdos del día

 y prevalece otra información. La memoria es

 selectiva. Olvidar es una función normal,

 porque si lo recordáramos todo sería un

 grandísimo problema.


La pérdida de memoria es, un proceso 

 necesario y frecuente.. No recordar dónde se

 ha dejado el móvil no es un problema de

 memoria, sino que uno lo deja cuando estaba

 haciendo otra tarea y lo hace de modo

 inconsciente. Las personas atareadas son más

 propensas a estos olvidos cotidianos. Cuantas

 más cosas pretendamos recordar y más

 compleja sea la vida, más normal será que

 olvidemos.


Otra de las causas de estos despistes cotidianos

 conecta con la ubicación espacial. La memoria

 se codifica en un lugar determinado. "Si estoy

 en el salón y voy a la cocina a por una 

 cucharilla, cuando cambio de estancia ya he

 salido del lugar donde se creó el recuerdo, por

 lo que este se desvanece. Si no recuerdo que he

 ido a por la cucharilla, la mejor técnica es

 volver al salón".


Los recuerdos se crean por lugares, personas o

 momentos. El lóbulo temporal del cerebro es la

 parte más importante en cuanto a la memoria

 que se asocia a caras y nombres. "Es muy difícil

 recordar nombres porque no tienen nada que

 ver con las caras. Un rostro no dice nada sobre

 si se llama María o Natalia. Si usáramos los

 apodos de los indios americanos (Nube

 Grande, Fuego Viejo…) todo sería más fácil.

 Por eso es más sencillo recordar

 motes", agrega el doctor Villarejo.


¿Cuándo hemos de preocuparnos por estos

 despistes del cerebro? El doctor Bilbao tiene

 las claves. “Primero, cuando encontremos

 dificultades con las palabras y no nos demos

 cuenta en el momento, ni al ser corregidos.


 Segundo, cuando no seamos capaces de

 recordar qué hicimos el día anterior, ni

 siquiera cuando alguien nos lo menciona. 


tercero, cuando las personas que nos rodean

 muestran preocupación por nuestros fallos de

 memoria y, aun así, permanecemos tranquilos.


 Otro signo es haber perdido el olfato a la vez

 que la memoria”.






viernes, 11 de abril de 2025

 





Un libro abierto es un cerebro que habla;

cerrado un amigo que espera; 

olvidado, un alma que perdona; 

destruido, un corazón que llora.