ADIÓS,
AMOR...
Yo
sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando
se viene y va de la alegría
cuando
un mar meridiano a una bahía
esquiva,
cejijunta y desolada.
Lo
que he sufrido y nada, todo es nada,
para
lo que me queda todavía
que
sufrir el rigor de esta agonía
de
abocarme y ver piedra en tu mirada.
Me
callaré, me apartaré (si puedo),
con
mi pena constante, instante, plena,
adonde
no has de oírme ni he de verte.
Me
voy, amor, me voy, pero me quedo,
pero
me voy, desierto y sin arena.
Adiós,
amor; adiós hasta la muerte.
(Miguel
Hernández)
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