Vuelta a la cotidianidad después de un veranito largo y caluroso
en el que la mayoría, seguro, nos hemos
marcado unas generosas siestas.
La siesta es una costumbre muy española, descansar algunos
minutos después de haber tomado el almuerzo, un corto sueño con el propósito de
reunir energías para el resto de la jornada sienta de vicio.
La palabra “siesta” procede del vocablo latín sexta. Los
romanos se referían a la hora sexta, seis horas después del comienzo de la
jornada, para definir el momento del día en que hace más calor y resulta más
pesado emprender cualquier acción, por lo que lo mejor es ponerse a descansar.
No se trata solamente de una costumbre española, sino que
también tiene una explicación biológica. Es una consecuencia natural del
descenso de la sangre después de la comida desde el sistema nervioso al sistema
digestivo, lo que provocaba la consiguiente somnolencia, y más teniendo en cuenta lo copiosas que suelen ser
las comidas españolas.
Dormir la siesta es muy bueno para la salud. Disminuye el
riesgo de infarto, en los niños mejora el aprendizaje; disminuye la tensión
arterial y el ritmo cardiaco, sin embargo, si una persona se pone a descansar
pero no a dormir, no se produce esa disminución de la tensión arterial ni del
ritmo cardiaco. Es cuando surge el sueño cuando se produce un cambio. Una
siesta de no más de 30 minutos (más tiempo puede trastocar el reloj biológico
natural y causar insomnio por la noche) mejora la salud en general, la
circulación sanguínea y previene el agobio, el estrés. Además de favorecer la
memoria y los mecanismos de aprendizaje.
Personajes como Albert Einstein y Winston Churchil cantaron
sus alabanzas, este último aprendió la
costumbre en Cuba, fue un entusiasta cultivador de la misma, con la
consecuencia inesperada de que sus colaboradores quedaban rendidos cuando le
veían a él tan fresco a las dos de la madrugada y con ganas de trabajar más
La siesta es un lujo que todos quieren disfrutar y que todos
(o casi todos) deberíamos dormir con la mayor frecuencia posible. Porque
echarse una cabezadita después de comer está lleno de beneficios, es una forma
fácil y saludable de aumentar rápidamente nuestro estado de alerta,
concentración, productividad, creatividad y humor.
Pero si las virtudes son muchas, solo hay una forma de
alcanzar la perfección durante el sueño diurno. Y ésta poco tiene que ver con
el método de Camilo José Cela, "una siesta de pijama, Padrenuestro y
orinal". La siesta perfecta debe cumplir otros requisitos. La hora, el
lugar y la duración son algunos de los puntos a tener en cuenta para dominar
este arte en el que, si se cumplen las reglas del juego, puedes maximizar el
rendimiento diurno y llegar a la noche sin problemas para conciliar el sueño. Debe
durar entre 20 y 30 minutos, de lo contrario, puede causar somnolencia.
TUMBADO mejor que sentado. Lo cierto es que tumbados
dormimos mejor que sentados y nos dormimos mucho más rápido. Y es que si es
demasiado larga se pueden alterar los ciclos de sueño, y sufrir insomnio.