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domingo, 10 de septiembre de 2017

La siesta

 
 

Vuelta a la cotidianidad después de un veranito largo y caluroso en el que la mayoría, seguro,  nos hemos marcado unas generosas siestas.
La siesta es una costumbre muy española, descansar algunos minutos después de haber tomado el almuerzo, un corto sueño con el propósito de reunir energías para el resto de la jornada sienta de vicio.
La palabra “siesta” procede del vocablo latín sexta. Los romanos se referían a la hora sexta, seis horas después del comienzo de la jornada, para definir el momento del día en que hace más calor y resulta más pesado emprender cualquier acción, por lo que lo mejor es ponerse a descansar.
No se trata solamente de una costumbre española, sino que también tiene una explicación biológica. Es una consecuencia natural del descenso de la sangre después de la comida desde el sistema nervioso al sistema digestivo, lo que provocaba la consiguiente somnolencia, y más  teniendo en cuenta lo copiosas que suelen ser las comidas españolas.
Dormir la siesta es muy bueno para la salud. Disminuye el riesgo de infarto, en los niños mejora el aprendizaje; disminuye la tensión arterial y el ritmo cardiaco, sin embargo, si una persona se pone a descansar pero no a dormir, no se produce esa disminución de la tensión arterial ni del ritmo cardiaco. Es cuando surge el sueño cuando se produce un cambio. Una siesta de no más de 30 minutos (más tiempo puede trastocar el reloj biológico natural y causar insomnio por la noche) mejora la salud en general, la circulación sanguínea y previene el agobio, el estrés. Además de favorecer la memoria y los mecanismos de aprendizaje.
Personajes como Albert Einstein y Winston Churchil cantaron sus alabanzas,  este último aprendió la costumbre en Cuba, fue un entusiasta cultivador de la misma, con la consecuencia inesperada de que sus colaboradores quedaban rendidos cuando le veían a él tan fresco a las dos de la madrugada y con ganas de trabajar más
La siesta es un lujo que todos quieren disfrutar y que todos (o casi todos) deberíamos dormir con la mayor frecuencia posible. Porque echarse una cabezadita después de comer está lleno de beneficios, es una forma fácil y saludable de aumentar rápidamente nuestro estado de alerta, concentración, productividad, creatividad y humor.
Pero si las virtudes son muchas, solo hay una forma de alcanzar la perfección durante el sueño diurno. Y ésta poco tiene que ver con el método de Camilo José Cela, "una siesta de pijama, Padrenuestro y orinal". La siesta perfecta debe cumplir otros requisitos. La hora, el lugar y la duración son algunos de los puntos a tener en cuenta para dominar este arte en el que, si se cumplen las reglas del juego, puedes maximizar el rendimiento diurno y llegar a la noche sin problemas para conciliar el sueño. Debe durar entre 20 y 30 minutos, de lo contrario, puede causar somnolencia.
TUMBADO mejor que sentado. Lo cierto es que tumbados dormimos mejor que sentados y nos dormimos mucho más rápido. Y es que si es demasiado larga se pueden alterar los ciclos de sueño, y sufrir insomnio.
 

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