(..)Y
eso que somos muy distintas... Ella tiene miedo hasta de su sombra, yo me río
del miedo.
Ella
copia sonetos en cuadernos, y yo me bajo música de Internet. Ella admira la
pintura, yo prefiero la fotografía. Ella no dice jamás lo que piensa, y yo digo
todo lo que se me pasa por la cabeza. A ella no le gustan los conflictos, a mí
me gusta que las cosas queden muy claritas. A ella le gusta estar «un poco
piripi», yo prefiero beber. A ella no le gusta salir, a mí no me gusta volver a
casa. Ella no sabe divertirse, yo no sé irme a la cama. A ella no le gusta
jugar, a mí no me gusta perder. Ella tiene unos brazos inmensos para abarcarlo
todo, yo tengo la bondad un poco escaldada. Ella no se pone nunca nerviosa, a
mí se me cruzan los cables y exploto.
Dice
que a quien madruga Dios le ayuda, yo le suplico que no hable tan fuerte que
quiero seguir durmiendo. Ella es romántica, yo soy pragmática. Ella se ha
casado, yo aún voy de flor en flor. Ella no se puede acostar con un chico sin
estar enamorada, yo no puedo acostarme con un chico sin preservativo. Ella...
Ella me necesita, y yo la necesito a ella.
(..)Sabíamos que, al pie de ese castillo en ruinas,
estábamos viviendo el final de una época y que se
acercaba
el momento del cambio. Que había que
zafarse de esa complicidad, esa ternura,
ese amor
algo rugoso. Había que desprenderse de todo eso.
Abrir la palma de la
mano y crecer por fin.
(..)En nuestra cabeza hay montones de cosas.
Montones de cosas que quedan muy lejos de esas
tonterías racistas. Cosas como
música y escritores,
Senderos, manos y escondites. Trocitos de estrellas
fugaces anotados en recibos de tarjetas bancarias,
páginas arrancadas,
recuerdos felices y recuerdos
horribles. Mensajes guardados, libros
importantes,
ositos de gominola y discos rayados. Nuestra
infancia, nuestras
soledades, nuestros primeros
amores y nuestros proyectos de futuro. Todas esas
horas buscando escondites y todas esas puertas
custodiadas en los baños del
colegio.
"La Sal de la Vida"
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