La reacción física ante una melodía es independiente de la cultura de quienes la oyen.
A más de 10.000 kilómetros de allí, en
Montreal, un grupo de canadienses hace lo mismo. Solo que lo que ellos escuchan
son los cánticos de la tribu para vencer el miedo en la caza, levantar el ánimo
de un pesar u honrar a un muerto.
Las respuestas biológicas de ambos grupos
fueron
muy similares entre dos culturas tan dispares. La
brecha es ciertamente
enorme, ya que no solo la
tribu no había oído jamás música occidental, sino
que
su modo de vida no incluye la electricidad, ni
ninguna de las ventanas al mundo
como radio o
televisión que vienen con ella.
Para los pigmeos, el significado de la música solo
puede ser positivo. Donde sí mediaba un abismo era en
la interpretación subjetiva y, por tanto, filtrada por lo cultural, de cada
grupo.
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