Nos ha dejado el maestro de la literatura. El maestro triste, al que la soledad le ganó la partida.
Sus comienzos como caricaturista y redactor en “El Norte de Castilla”. Dimitió acosado por la censura.
Tras enviudar de Ángeles, la soledad le ganó terreno: “Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia”- dijo en su día -.
En febrero de 1973 fue elegido académico de la Lengua, ocupando el sillón “e”. Lo hizo con el discurso: “El sentido del progreso desde mi obra”, en el que hizo un alegato en defensa de la naturaleza. Publicó más de 70 obras. También cultivó el campo del ensayo.
“El hereje” fue su última novela en 1998, con la que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa anunciando que dejaba las novelas: “No tengo capacidad para sorprender. El primer sorprendido si escribiese otra novela sería yo”,- dijo -. Sí que siguió escribiendo ensayos, él se definía como “un narrador rural apasionado por la naturaleza”.
Se le resistió el Nobel. Menos éste obtuvo todos los premios posibles. Destaca el Cervantes, que recibió en 1993, pero hubo muchos más.
El maestro pesimista, como se le ha dado en llamar. Dijo en su día: “No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como las pompas de jabón. Yo soy triste”, o, “Soporto los días, uno tras otro, todos iguales. No deseo más tiempo. Doy mi vida por vivida”.
Descansa en paz maestro.
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